
Una vía intermedia entre el liberalismo descontrolado de Estados Unidos y el proteccionismo autárquico de China.
Desde hace algunos años, Europa intenta trazar una tercera vía digital.
Un camino basado en normas precisas y planes como la Ley de Mercados Digitales, aprobada ayer, que tienden a consolidar el liderazgo de Bruselas como el regulador más asertivo de las grandes tecnologías estadounidenses.
Pero también traza una fractura que ahora es evidente entre la propia Unión Europea y los gigantes californianos.
Porque parece claro que el estrangulamiento europeo no es en absoluto apreciado por las empresas que, de hecho, han construido sus fortunas surgiendo en un sistema bastante desregulado.
Por ejemplo, Apple y Google. Con iOS y Android, poseen los sistemas operativos que funcionan en casi todos los smartphones del mundo.
Una posición dominante que también se aprovecha al optar por preinstalar apps propias en miles de millones de dispositivos.
Con la Ley de Mercados Digitales, al menos en teoría, el estado de cosas chocará con un muro.
Apple, por ejemplo, se vería obligada a permitir alternativas a su App Store para la descarga de aplicaciones en los iPhones. Se trata de un cambio de época que la compañía de Cupertino ya ha tildado de muy peligroso en el ámbito de la seguridad.
Lo mismo ocurre con Google.
Los servicios meta también se verán enormemente afectados: aplicaciones como WhatsApp podrían tener que ofrecer una forma para que los usuarios de servicios rivales como Signal o Telegram puedan enviar y recibir mensajes a alguien que utilice WhatsApp.
Todo en nombre de la interoperabilidad. La imagen, en definitiva, es arty. Y sin duda se volverá a discutir, consumiendo nuevas fracturas en el frente tecnológico.
Fracturas que se sumarán a toda una serie de investigaciones antimonopolio europeas contra las mismas big tech, y a otras medidas tomadas por la Comisión como el ultimátum de cargadores universales (USB-C) para 2024, que ha creado bastante descontento con Apple.
Pero esta es una historia que ya lleva algunos años. Y está salpicado de momentos de tensión política que no son en absoluto triviales entre Washington y Bruselas.
Baste decir que ya en 2015, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expresó no pocos recelos sobre el modus operandi de las autoridades europeas con respecto a los gigantes de Silicon Valley, señalando que la actitud de Europa hacia los gigantes tecnológicos de las barras y estrellas se movía a menudo más por intenciones comerciales que otra cosa.
Las divergencias se agudizaron bajo la administración Trump, con el magnate furioso con la Comisión Europea tras una multa de mil millones de dólares a Google en 2018. Y no sorprenden ahora las palabras de Thierry Breton, uno de los máximos responsables digitales de la Comisión Europea, que recientemente habló sin tapujos de un «salvaje oeste» digital al que hay que «poner fin», añadiendo que «frente a las grandes plataformas en línea que se comportan como si fueran demasiado grandes para preocuparnos, Europa se ha puesto firme».
Breton habló de «un nuevo marco que puede convertirse en una referencia para las democracias de todo el mundo», y esto no sería nuevo para Europa, que ya ha demostrado en el pasado que puede marcar el camino, como en el caso de la normativa sobre privacidad, que ha servido de modelo para países como Japón y Brasil. Por ello, las nuevas normas europeas impuestas por la Ley de Mercados Digitales, y su «gemela» la Ley de Servicios Digitales, podrían ofrecer un anticipo de lo que ocurrirá en otras partes del mundo.
Hay que decir que los movimientos de Bruselas contrastan con el panorama casi desarmado de Estados Unidos.
Si bien es cierto que el Congreso se ha reunido varias veces en Washington para examinar lo que ocurre con Meta, Twitter y las demás grandes empresas, es igualmente evidente que todavía no se ha aprobado ninguna nueva ley federal para frenar el poder tecnológico de algunas empresas.
Opciones políticas contrastadas que subrayan diferencias de opinión bastante evidentes.
Esta es una de las razones por las que el acuerdo firmado ayer sobre la transferencia de datos transfronterizos entre la UE y Estados Unidos, que sustituye al conocido Escudo de la Privacidad, tiene una enorme importancia estratégica.
Fabio Ciabattini
da ILSOLE24ORE